Fui al 15M pero no voy al 19J

Pancartas en las puertas de los bancos

Pancartas en las puertas de los bancos

Cuando el grupo «Democracia Real Ya» convocó la manifestación del 15 de Mayo me lo estuve pensando, pero al final, como mi amiga Sonia decía, acabé por seguir su misma intención, que era la de que en caso de llegar a la convocatoria y encontrar pancartas de partidos, dar media vuelta y marchar. Desde el 15-M a día de hoy las cosas han cambiado lo suficiente como para desvincularme de este tipo de movimiento, básicamente porque en vez de centrarse en lo que más nos importe y nos urge ha empezado a desvariar con montones de comisiones que estudian montones de cosas, muchas de las cuales ni me parecen importantes, ni urgentes y, por supuesto muchas otras con las que no estoy de acuerdo o incluso estoy en contra.

El 15-M fue una manifestación a la que acudí convencido de que necesitábamos un cambio de rumbo político (no el el color, sino en las formas y en las reglas de juego) y de rumbo económico, sobre todo necesitábamos no sólo dar dinero a los bancos para que pasaran la crisis sino que también se le diera a los que lo necesitaban (personas y microempresas) por los mismos motivos, para pasar el mal trago en el que estamos metidos. O, si se les daba dinero a los bancos, que se les obligara a tomar determinadas medidas orientadas no a sanear sus cuentas a cargo de las arcas públicas y de los bolsillos particulares, sino participando en tirar del carro por el bien de todos y no sólo por el bien de unos pocos, siempre los mismos.

Los primeros días (los 2-3 primeros) me sirvieron para abrir los ojos sobre el control ejercido en los medios informativos. Donde se manifestaban 2000 personas (siendo una cifra por debajo de lo que conté/estimé, y tengo buen ojo) se despreciaban las cifras, mencionando 800 o incluso menos. Ahí me quedó claro que los medios son muy manipulables y están muy supeditados a los poderes políticos y económicos. Bien, desconfiemos de lo que nos cuentan y creamos sólo lo que vemos y algo de lo que nos apetezca, sin exagerar.

Los siguientes días, cuando se empezaron a montar las acampadas y los problemas con los desalojos y la pasividad de los políticos y los fuerzas del orden, me quedó claro que la gente se sabía organizar, tenía ganas de pelear por lo suyo y que los políticos estaban aprendiendo una nueva técnica que consistía en no oponerse a la población y dejarlos ir.

Últimamente me ha quedado claro que los políticos no son tan tontos como pensamos, y que los estrategas han sabido jugar sus fichas muy bien. Incluso he podido ver que los que primero parecía que tenían fuerza en la unión han demostrado que el tiempo y las asambleas crean suficientes puntos de diferenciación que han conseguido dividir el esfuerzo aplicando aquello de «divide y vencerás», con la diferencia de que la división ha surgido de dentro.

Los humanos tenemos algo que nos hace movilizarnos y creer en las causas más justas y empatizar con los más débiles. Con las primeras cargas policiales y desalojos, lo que hicimos fue unir esfuerzos en una única dirección, que era la de defender a las personas que pacíficamente se reúnen para discutir ideas. Acabadas las cargas y los desalojos, se ha demostrado que los acampados y el movimiento se han dividido y han dejado de ser un aglutinador social. Además, nos hemos acostumbrado tanto a vivir el día a día y a reaccionar rápidamente frente a las secuencias rápidas de eventos, impulsivamente, que ahora nos cuesta mantener la concentración y prestar la debida atención a las asambleas y propuestas. Básicamente esa pasividad de los políticos y de las fuerzas del estado han conseguido que las acampadas hayan pasado a formar parte de la más absoluta normalidad. Las acampadas y el movimiento reivindicativo ya no son noticia, ya no atraen nuestra atención. Se han diluído en el tiempo y en los problemas del día a día, porque tenemos que seguir adelante con nuestra vida, al menos los pocos que tenemos mucho que hacer, trabajos que mantener, familia con la que vivir y en general que tenemos una dinámica que no nos permite hacer el paréntesis adecuado que necesita este movimiento.

Por último, los manifiestos. Lo que en principio unía a la gente para reivindicar un cambio político y económico ha empezado a valorar otras cosas de la sociedad, con las cuales se pierde mucho tiempo y no tiene sentido perder el enfoque. En el momento que abrimos el campo de medidas afectando a otras facetas de la vida social y educativa, estamos perdiendo el enfoque en las medidas más urgentes. Estos manifiestos están consiguiendo que grupos o comisiones de personas se dediquen a discutir sobre si se va a pedir desmantelar una central nuclear, instalar parques eólicos o promocionar energías renovables, eliminar el ejército o derogar la ley Sinde, cambiar la constitución o proclamar la república… en fin, un compendio de actuaciones que no son ni serán asumibles por un gobierno en el plazo que a todos nos gustaría. Porque si queda 1 año para las elecciones, personalmente considero que el esfuerzo debería centrarse únicamente en pedir la reforma de la ley electoral para que dichas elecciones sean «distintas». Del mismo modo, se deberían depurar las normas que permitan que la gente que está sufriendo la crisis (paro, hipotecas, etc.) pueda tener un poco de oxígeno por parte de la banca y el gobierno.

El resto, PARA DESPUÉS.

Ayer surgían problemas entre los acampados incluso con problemas entre ellos, saliendo a la luz que la «comisión feminista» (no sabía que había de esto también) denunciaba públicamente la existencia de «intimidaciones, tocamientos, y vejaciones» dentro del grupo de la acampada. Demuestra de nuevo que el tiempo hace que los humanos acabemos sacando nuestros peores instintos y que no están tan equivocados los que dejan que se acampe durante largo tiempo porque saben que al final tanta gente, y tan dispar, no puede acabar bien conviviendo. En algunos casos, como aquí en Vigo, encima los políticos aprovechan las acampadas para, inteligentemente, mover fichas en la partida de ajedrez. El ayuntamiento dice que proporciona Wifi, agua y luz a los acampados, incluso están acampados en la explanada del Concello, protegidos por la Policía que está a 100 metros, y les han ofrecido cursos de inglés y, si lo desean que se reúnan en el salón de actos del Ayuntamiento. Estoy esperando que les ofrezcan el Hotel del Marco para dormir… no debe quedar mucho. Igual acaban subiéndolos a barcos y mandándolos a las Cíes a meditar en comisiones a pie de playa.

Pancartas en las puertas de los bancos

Pancartas en las puertas de los bancos

Por último, hoy paseando por el centro, al mediodía, me he encontrado estas dos fotos que muestran el estado en el que estaban todas las oficinas bancarias del centro… y aquí ya ha sido el colmo… vale que tengan empapelado todo el entorno de las plazas donde acampan, vale que tengas que pasar entre colchones y tiendas de campaña que están abiertas de día y de noche, pero es que han puesto unas pancartas tapando la puerta de los bancos con mensajes insultantes. Perdonad, si queréis poner pancartas, y todos estamos muy cabreados con los bancos, las ponemos encima y nos damos unos garbeos por delante o en horario de oficina nos ponemos en la puerta y les damos folletos a los clientes que entren y salgan, pero ensuciar de esa forma y «decorar» de esa forma es, según mi forma de pensar, un insulto. ¿A alguien le parecería bien que si un banco no está contento con alguien que no le paga vaya y le ponga en la puerta de su casa una pancarta insultándole? ¿Os parecería bien que si vais a pedir un crédito o pongan una pegatina en la frente y se rían de ti? Pues eso, no perdamos las formas y manifestémonos, pidamos al gobierno que cambie la regulación del estatus de la Banca, de sus salarios, de sus comisiones, de las hipotecas, de las deudas, etc… pero no perdamos el norte. Bastante tenemos con no saber ahora mismo dónde estamos…